miércoles, 3 de octubre de 2012

Que descanses pequeño.

Bailando bajo la lluvia, sus patas delanteras llenas del barro producido por la lluvia sobre mis hombros, las traseras en el suelo. Bailábamos, era un instante tan alucinante. Yo no se si él se estaría riendo también, pero parecía feliz. Fue entonces cuando algo en el cielo brilló, un relámpago apareció. Fue entonces cuando ambos salimos corriendo. Asustados el uno en el otro nos refugiamos. Las gotas empezaron a caer con fuerza. El tumbado en el suelo todo empapado y yo en pie, apoyada en la pared pensando. Fue entonces cuando se alzó sobre sus cuatro patas, me agarró la chaqueta con la boca y tiró de ella, me hizo salir a la lluvia, expuestos a sus gotas, retomamos el juego. Era asombroso verle correr por los charcos corriendo detrás de la pelota que yo le acababa de lanzar. Era muy gracioso ver como resbalaba y patosamente caía al suelo para instantes después levantarse de nuevo. La lluvia cesó y el empapado en casa se metió. Lo estuve duchando y limpiando, poco después se retiró a su casita para dormir. Fue entonces cuando le susurré al viento: Que descanses pequeño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario