jueves, 24 de abril de 2014

No es rencor.

No te odio por dejarme sola, por hacerme sentir sola. No te odio por romperme en mil pedazos, ni por provocar un terremoto en mi interior. 
Tampoco te odio por el huracán de emociones ni por el diluvio de recuerdos. Simplemente te odio por irte, por dejar que un simple vendaval me aleje de ti. Que una simple brisa marina me despierte sola en mitad de una playa desierta de personas, desierta de amigos o de simplemente conocidos. Me alejaste de todo, me separaste hasta de los que consideraba familia y una vez allí, lejos, me abandonaste a mi suerte perdida en un laberinto sin salida. Pero opté por escalar y conseguí otra perspectiva, te vi perdido, se te había olvidado el camino de vuelta a casa. No pude evitar reír cuando te vi allí solo. La verdad es que no pensaba ayudarte, tan solo me senté a observar como te ibas tirando piedras a tu propio tejado hasta hundirlo. Cuando te diste cuenta, intentaste avanzar, volver a por mi, me necesitabas, me echabas de menos, lo vi en tus ojos y en tu falsa sonrisa. Pero ya era tarde, yo ya no estaba allí. En mi lugar había otra, otra con la que intentaste olvidarme, otra que te hizo recordarme más. Y ahora cada vez que te quedas solo de nuevo piensas en mi, en lo feliz que se me ve lejos de ti y en como no me afectó que te fueras. 

Silencios que hablan.

Perdimos el control de la situación, nos dejamos llevar por falsas atracciones. Por falsas caricias que nos erizaban la piel. Con los pelos de punta y las miradas clavadas entre nosotros, nos perdimos, nos perdimos en un beso tan de mentira que parecía verdad. Solo era necesidad, o eso intentaba creer. Pero en el fondo tú no eras un juguete más con el que pasar el tiempo, pero yo para ti si lo fui. Pasaron los días, los besos dejaron de sabe a nubes y las caricias empezaron a ser ásperas. Te miré a los ojos fijamente y en ellos pude ver reflejado el dolor de no quererme. El dolor que te estaba matando al verme feliz contigo. Tu no me querías, pero eso yo ya lo sabía desde el primer abrazo. Yo a ti te importaba pero no lo suficiente como para llegar a quererme de la forma en la que yo te empezaba a querer a ti. Anocheció, como cada día juntos, pero esta vez en vez de un beso fueron dos, uno en cada mejilla, y en vez de un "Hasta mañana" fue un "Adiós". Ambos sabíamos lo que acababa de pasar y como sin decirnos nada, todo se había esfumado para siempre.

sábado, 12 de abril de 2014

Sigue.

Dicen que antes de conseguirlo necesitas caerte. Que antes de entender lo que significa ser feliz, tienes que ser triste. Que antes de estar bien, tienes que estar mal. Que antes de llegar a la cima, tienes que caerte varias veces montaña abajo. No es fácil alcanzar la meta; por el camino sufrirás lesiones, caídas inesperadas, empujones y alguna que otra piedra mal puesta. Pero no te preocupes, siempre acabarás levantándote. ¿Sabes qué pasa? Que para valorar lo que tienes te hace falta perderlo. Que para alcanzar el cielo con la punta de los dedos tienes que tocar fondo e impulsarte. Nada es fácil. Pero tranquilo, cuanto más gris sea el camino, cuanto más difícil parezca, cuanto más jodidamente complicado creas que es, cuando estés en el suelo, cansado ya de andar sin rumbo, cansado de caerte y levantarte una y otra vez. Cuando sientas que ya no puedes más será cuanto más cerca estés de lograrlo. Así que no te rindas y sigue, la meta esta más cerca de lo que crees.