lunes, 11 de mayo de 2015

Mira Más Allá.

A veces los días amanecen grises y no sabemos muy bien por qué. Hace calor, notas como los rayos de sol queman ligeramente tu piel, pero el cielo está lleno de nubes. Son ese tipo de días que por más que avances parece que el camino solo va cuesta arriba. Te cansas con facilidad, necesitas parar a respirar cada tres pasos que das. Intentas convencerte de que es un día más, de que la cuesta tan solo es algo mental, de que pasará rápido y mañana será un día mejor. Pero en tu cabeza hay una voz que insiste en que no puedes más, en que hoy no es un día del montón, en que hoy necesitas un empujón para seguir. 
Y mientras tu cabeza inquieta piensa, tu corazón se siente solo porque no ve a nadie capaz de ayudarte. No encuentra ese apoyo del que tu mente no para de hablar, ese brazo que te cogerá y te ayudará a escalar la cuesta, o ese hombro que estará ahí para consolarte cuando te rindas y caigas rodando. Realmente es la preocupación lo que despierta tus recuerdos, y te hace pensar en esos momentos en los que no te faltaron abrazos cuando los necesitaste. Esa sensación de necesitar algo y no tenerlo, ya sea por errores, por cagadas si hablamos más libremente, por fallos, por mentiras, por despedidas antes de tiempo o por razones que solo un viaje en tren puede acortar, esa sensación de vacío interminable que te invade, no es real. La cuestión es que cuando nos empeñamos en ver el día gris, olvidamos que por encima de las nubes hay alguien capaz de echarnos una mano. Solo tenemos que abrir los ojos y darnos cuenta de que el camino solo está cuesta arriba dependiendo desde el lado en que lo mires.