viernes, 19 de septiembre de 2014

Miradas.

Hay gente que con solo mirarte es capaz de saber como te sientes, qué te pasa, por qué no sonríes o simplemente qué necesitas. Pero hay otra gente que por mucho que te mira no te ve. No buscan conocerte, no buscan saber de ti. Serás esa chica "guapa" con la que se cruzaron en aquella estación de metro, o esa sonrisa tímida que les saludó desde el andén contrario. No serás más que un tímido "buenas tardes" que se les sentó al lado en aquel metro. Te olvidarán, porque no emplearon el tiempo suficiente en mirarte para poder recordarte después. Nos convertimos diariamente en recuerdos borrosos. Nos cruzamos con cientos de personas al día las cuales en un 88% de veces no nos conocen. Tampoco se molestarán en hacerlo, nos han enseñado que hablar con extraños está mal, por eso no miraremos a los ojos a alguien no conozcamos durante más de dos segundos. Por eso nunca llegaremos a ser amigos de esa persona con la que coincidimos cada mañana en el metro de ida. Por eso nunca llegaremos a quedar con ese chico que nos sonríe cada vez que pasa a nuestro lado en la estación. Y es gracioso porque cada vez que subo a un metro me fijo en mi alrededor, juego a averiguar cual será la vida de cada persona y por qué estarán sentados en el mismo metro en el que estoy yo. Mientras ellos miran las pantallas de sus móviles obsesionados yo me dedico a mirar más allá de lo que cualquiera podría ver.

Ahogada.

Tres minutos de interminable silencio. Ciento ochenta segundos en los que te planteas si seguir respirando merece la pena. Mientras a casi cuatro metros de profundidad te desinflas como un globo soltando el aire que todavía te queda dentro, rozas con los dedos de los pies las algas del fondo de esa gran mentira. Desde el primer hola hasta la última ola que te separó de él. La corriente os acercó, haciendo saltar chispas, que pena que fueras tú quien resultó electrocutada y no él... El viento agitándote el pelo mientras él te contemplaba cual tiburón vigilando una presa, merodeando a tú alrededor. Te cazó, te hizo suya hasta tal punto que la única escapatoria era esa, ocultarte bajo el mar de mentiras, dudas y verdades nunca dichas que te atrapaba. Ahogándote poco a poco entre tantas cosas que no entiendes, con los ojos abiertos bajo unas aguas demasiado saladas, casi ácidas. Cegada por la desesperación de no comprender nada, perdiendo aire a cada segundo que desciendes un centímetro más. Fusionándote con la realidad difusa que has vivido durante meses, desapareces. Cierras los ojos y escupes la última pizca de aire que te queda, como si él te hubiese obligado a hacerlo. Abrir los ojos y despertar en la orilla de alguna playa, tu único objetivo, tu única escapatoria.

martes, 16 de septiembre de 2014

Vuelvo.

Llevo demasiado tiempo sin decir nada de lo que pienso, sin escribir nada de lo que siento. Ahora mismo tengo tantos pensamientos, tantas ideas y opiniones golpeándome la cabeza tan fuerte, intentando salir a fuera, que no me aclaro. Lucho por decir algo con sentido, por aclararme de una vez. Lucho por entender lo que yo misma intento decir. Voy perdida, saturada. Te dicen que hables pero no te escuchan. Te dicen que van a estar ahí, pero no están. Te dicen que si estás mal les llames, pero no te oyen gritar. La paciencia no es infinita pero el silencio sí, y puedo estar callada durante mucho tiempo. Hay gente que se ahoga con las palabras que nunca dice, yo soy más de atragantarme por intentar decirlas todas a la vez y acabar por no decir ninguna. Es más sencillo callarse y asentir cuando alguien te pregunta si estás bien, a explicarle por que hoy no te da la gana seguir fingiendo una sonrisa de oreja a oreja. Intento coger bocanadas grandes de aire con las que rellenas los huecos vacíos, pero no es fácil. La confianza da asco, sobre todo cuando confías en personas que te fallan. Odio que el corazón se me encoja cada vez que alguien me abraza, por miedo a que ese abrazo sea el último. Odio hablar todos los días con una persona y que de repente, porque sí, perdamos el contacto como quien pierde el último tren del día. Y ahora, perdida entre ideas nada claras, intento volver a mi y en silencio, camino sin rumbo pensando en no pensar más.