miércoles, 22 de octubre de 2014

Recuerdos Eternos.

Mientras coge una gran bocanada de aire nota como los pequeños pedazos de su corazón roto se le clavan en el alma. Mientras el aire inunda sus negro pulmones por el exceso de tabaco consumido para calmar la ansiedad, nota como le empiezan a sangrar los recuerdos. 
Mientras poco a poco escupe el aire gris cargado de dolor, piensa en el sufrimiento de respirar mentiras constantemente. De tragárselas aun sabiendo lo que eso significa, de intentar comprenderlas, de intentar perdonar a quien te las susurra al oído. Suponer que lo hace por verte sonreír, o egoístamente porque no puede verte llorar. Los abrazos no cicatrizan las heridas, los besos no hacen que dejen de sangrar. Y es que ninguna herida se cura de la noche a la mañana, ninguna mentira se olvida cuando despiertas. Olvidar a un mentiroso para enamorarte de otro aún peor, de otro que se dedicará a abrir las viejas heridas y a hacerlas todavía más profundas. Y es que los seres humanos amamos tropezar doscientas mil veces con la misma piedra, amamos caernos y rascarnos las rodillas. Pero tan solo nos gusta hacerlo para ver quien es capaz de venir a levantarnos. Tropezar con una piedra tan solo es un sinónimo más de tocar fondo e impulsarnos cogidos de la mano de alguien. Las sonrisas, los nuevos abrazos, los sentimientos y los recuerdos que estas creando de cero tan solo son un libro más que acabas de empezar a escribir. Un libro que dentro de unos capítulos desearás quemar para poder olvidar todo lo que hay escrito en sus páginas. Y algún día, con el alma llena de cicatrices y las piernas repletas de heridas de guerra, recordarás todos esos libros que como bien sabes no sirvió de nada quemar. Y te arrepentirás de todas y cada una de sus historias, hasta tal punto que las cadenas que te atan a ellos impidiéndote avanzar serán eternas.

lunes, 20 de octubre de 2014

Tiempo.

La vida es más efímera que un segundo mal contado. El tiempo es más valioso que cualquier fajo de billetes. Los latidos de un corazón valen más que cualquier sobredosis de poder. Prefiero sentir a comprar sentimientos, prefiero vivir a que otros vivan por mi. Si no existiera un mañana no valoraríamos el hoy ni recordaríamos el ayer. Necesitamos el tiempo para sentirnos vivos, para recordar porque es tan importante sentir como nuestro corazón golpea contra nuestro pecho cada vez que se nos acelera el pulso. Necesitamos chutes de adrenalina que nos recuerden que aún nos queda tiempo, pero que no podemos controlarlo. No podemos manipular nada de lo que ocurre a nuestro alrededor, todo ocurre en un lugar en el segundo exacto. Siempre pensaremos en que hubiese pasado si hubiésemos llegado un minuto antes, o un minuto después, pero no importa porque el destino está organizado para que estés donde tienes que estar en el momento exacto. Porque todo tiene una razón de ser, porque las casualidades no existen. Disfruta cada segundo como si fuese el último, porque debes asegurarte de que cuando llegue ese último segundo antes de que tus latidos cesen, tu último recuerdo sea el sonido de tu risa y no el de un frenazo mal dado. El tiempo es el mayor tesoro de cualquier mortal, malgastarlo debería ser un delito. Robar tiempo será el trabajo mejor pagado dentro de unos años, porque todos ansían vivir pero los que mejor podrían hacerlo no saben como hacerlo. No valoran lo que tienen hasta que lo pierden y ya no tienen nada que valorar por la falta de latidos.

domingo, 19 de octubre de 2014

Borrado.


Me duele el vacío de mi alma rellenado con aire para disimular. La soledad de las risas que me callo, la compañía que los pensamientos se hacen en mi cabeza cada noche y que mi boca es incapaz de pronunciar el alto. Me duele la distancia de tus "te necesito" y las escusas que pones para no acabar con ella. Me destrozan a mordiscos el estómago las mariposas cada vez que a mi cabeza le da por pensarte. Un montón de puñales se clavan en mi espalda cada vez que intento hablarte. Un millón de dudas se me comen viva mientras marco tu número. Demasiados segundos de espera para que la yema de tu dedo descuelgue mi llamada, demasiados minutos para que tus labios escupan un mísero hola. Así que mientras espero devorándome las uñas a que te acuerdes de mi nombre y no me confundas con la de los Martes, me deshago convirtiéndome en otro montón de asquerosos insultos que me encantaría gritarte al oído cuando descuelgues. Pero no podré, porque como siempre saltará el buzón de voz recordándome que ya no te importo, que ya ni siquiera echas de menos mi voz o mi risa inquieta. Me duele ver como el viento se llevan las cenizas de donde hubieron llamas hace ya tiempo. Perderlo todo por miedo a perderlo, resulta absurdo pensarte más tiempo. Prefiero obligar a mis sentimientos a que se suiciden a que ellos me obligue a mi a hacerlo. Borraré tu contacto por última vez y me obligaré a olvidar tú número pronunciando números al azar como de costumbre. Y ahora que el viento se trague tus mentiras y se las lleve hasta otra que se las crea como yo me las creí.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Miradas.

Hay gente que con solo mirarte es capaz de saber como te sientes, qué te pasa, por qué no sonríes o simplemente qué necesitas. Pero hay otra gente que por mucho que te mira no te ve. No buscan conocerte, no buscan saber de ti. Serás esa chica "guapa" con la que se cruzaron en aquella estación de metro, o esa sonrisa tímida que les saludó desde el andén contrario. No serás más que un tímido "buenas tardes" que se les sentó al lado en aquel metro. Te olvidarán, porque no emplearon el tiempo suficiente en mirarte para poder recordarte después. Nos convertimos diariamente en recuerdos borrosos. Nos cruzamos con cientos de personas al día las cuales en un 88% de veces no nos conocen. Tampoco se molestarán en hacerlo, nos han enseñado que hablar con extraños está mal, por eso no miraremos a los ojos a alguien no conozcamos durante más de dos segundos. Por eso nunca llegaremos a ser amigos de esa persona con la que coincidimos cada mañana en el metro de ida. Por eso nunca llegaremos a quedar con ese chico que nos sonríe cada vez que pasa a nuestro lado en la estación. Y es gracioso porque cada vez que subo a un metro me fijo en mi alrededor, juego a averiguar cual será la vida de cada persona y por qué estarán sentados en el mismo metro en el que estoy yo. Mientras ellos miran las pantallas de sus móviles obsesionados yo me dedico a mirar más allá de lo que cualquiera podría ver.

Ahogada.

Tres minutos de interminable silencio. Ciento ochenta segundos en los que te planteas si seguir respirando merece la pena. Mientras a casi cuatro metros de profundidad te desinflas como un globo soltando el aire que todavía te queda dentro, rozas con los dedos de los pies las algas del fondo de esa gran mentira. Desde el primer hola hasta la última ola que te separó de él. La corriente os acercó, haciendo saltar chispas, que pena que fueras tú quien resultó electrocutada y no él... El viento agitándote el pelo mientras él te contemplaba cual tiburón vigilando una presa, merodeando a tú alrededor. Te cazó, te hizo suya hasta tal punto que la única escapatoria era esa, ocultarte bajo el mar de mentiras, dudas y verdades nunca dichas que te atrapaba. Ahogándote poco a poco entre tantas cosas que no entiendes, con los ojos abiertos bajo unas aguas demasiado saladas, casi ácidas. Cegada por la desesperación de no comprender nada, perdiendo aire a cada segundo que desciendes un centímetro más. Fusionándote con la realidad difusa que has vivido durante meses, desapareces. Cierras los ojos y escupes la última pizca de aire que te queda, como si él te hubiese obligado a hacerlo. Abrir los ojos y despertar en la orilla de alguna playa, tu único objetivo, tu única escapatoria.

martes, 16 de septiembre de 2014

Vuelvo.

Llevo demasiado tiempo sin decir nada de lo que pienso, sin escribir nada de lo que siento. Ahora mismo tengo tantos pensamientos, tantas ideas y opiniones golpeándome la cabeza tan fuerte, intentando salir a fuera, que no me aclaro. Lucho por decir algo con sentido, por aclararme de una vez. Lucho por entender lo que yo misma intento decir. Voy perdida, saturada. Te dicen que hables pero no te escuchan. Te dicen que van a estar ahí, pero no están. Te dicen que si estás mal les llames, pero no te oyen gritar. La paciencia no es infinita pero el silencio sí, y puedo estar callada durante mucho tiempo. Hay gente que se ahoga con las palabras que nunca dice, yo soy más de atragantarme por intentar decirlas todas a la vez y acabar por no decir ninguna. Es más sencillo callarse y asentir cuando alguien te pregunta si estás bien, a explicarle por que hoy no te da la gana seguir fingiendo una sonrisa de oreja a oreja. Intento coger bocanadas grandes de aire con las que rellenas los huecos vacíos, pero no es fácil. La confianza da asco, sobre todo cuando confías en personas que te fallan. Odio que el corazón se me encoja cada vez que alguien me abraza, por miedo a que ese abrazo sea el último. Odio hablar todos los días con una persona y que de repente, porque sí, perdamos el contacto como quien pierde el último tren del día. Y ahora, perdida entre ideas nada claras, intento volver a mi y en silencio, camino sin rumbo pensando en no pensar más.

viernes, 8 de agosto de 2014

Fuego.

Hablo de arder, pero no de arder como arde la pasión sino de arder como arde el odio. El odio te abrasa por dentro transformando en rabia todas esas palabras que te callas por no aumentar la pelea. Rabia que se consume en tus nudillos mientras impactan con la pared. El odio infiltrado en tus venas recorre tu organismo hasta volver al corazón, destrozando todo lo que ve a su paso; sonrisas, recuerdos, miradas, sentimientos... Todo reducido a cenizas que aún arden. Quemado por dentro aspiras una fuerte bocanada de aire que parece calmar el incendio. La mantienes dentro unos segundos tratando de encontrar esa paciencia que ya no te queda y la sueltas, escupiendo aire cargado de basura y de dolor. Sonríes para fingir que estás bien como de costumbre, das la razón como a los tontos, asientes sin cesar... Pero sabes que el pulso se te está volviendo a acelerar, que los nervios le están ganando a la paciencia, que ahora mismo eres como una bomba de relojería y en cualquier momento podrías explotar. Necesitas estar solo. Pagas con la pared unos cuantos problemas, le gritas a quien no toca otros pocos, te separas de quien no tiene la culpa y te olvidas de quien te apoya. Soledad se llama a lo que necesitas. Porque a una bomba o le cortas el cable adecuado o estalla. Y sabes que como alguien se equivoque, las consecuencias pueden ser demoledoras. Cierra los ojos y respira, ahora toca limpiar las cenizas y empezar a replantar de nuevo.