Mientras poco a poco escupe el aire gris cargado de dolor, piensa en el sufrimiento de respirar mentiras constantemente. De tragárselas aun sabiendo lo que eso significa, de intentar comprenderlas, de intentar perdonar a quien te las susurra al oído. Suponer que lo hace por verte sonreír, o egoístamente porque no puede verte llorar. Los abrazos no cicatrizan las heridas, los besos no hacen que dejen de sangrar. Y es que ninguna herida se cura de la noche a la mañana, ninguna mentira se olvida cuando despiertas. Olvidar a un mentiroso para enamorarte de otro aún peor, de otro que se dedicará a abrir las viejas heridas y a hacerlas todavía más profundas. Y es que los seres humanos amamos tropezar doscientas mil veces con la misma piedra, amamos caernos y rascarnos las rodillas. Pero tan solo nos gusta hacerlo para ver quien es capaz de venir a levantarnos. Tropezar con una piedra tan solo es un sinónimo más de tocar fondo e impulsarnos cogidos de la mano de alguien. Las sonrisas, los nuevos abrazos, los sentimientos y los recuerdos que estas creando de cero tan solo son un libro más que acabas de empezar a escribir. Un libro que dentro de unos capítulos desearás quemar para poder olvidar todo lo que hay escrito en sus páginas. Y algún día, con el alma llena de cicatrices y las piernas repletas de heridas de guerra, recordarás todos esos libros que como bien sabes no sirvió de nada quemar. Y te arrepentirás de todas y cada una de sus historias, hasta tal punto que las cadenas que te atan a ellos impidiéndote avanzar serán eternas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario