lunes, 21 de octubre de 2013
Sus ojos la engañaban.
Intentó estar a su propia altura, a la altura que creía que ella misma necesitaba. Intentó superarse, para ser mejor que ella misma. Luchó contra una idea que había en su cabeza, luchó contra el reflejo de un espejo que cada vez parecía estar más borroso. Intentó borrar errores que no existían. Intentó tapar mentiras en las que todavía creía. Intentó callar sus propias críticas, sus críticas hacia si misma. Intentó ser fuerte, quiso luchar contra si misma, y eso jamás es fácil. Tan solo quería ser mejor, tan solo quería superarse, ser lo suficientemente buena como para gustarse. Pero no pudo, no pudo gustarse lo suficiente como para olvidar lo que sus ojos veían constantemente. Esos kilos que creía tener de más. Esos defectos que tan solo ella veía. Mientras sus ojos la engañaban, ella seguía luchando, no iba a parar hasta verse como ella necesitaba verse, sin saber que ella ya era lo suficientemente perfecta como para al menos gustarse a si misma. Ella no sabía que lo que estaba apunto de perder no eran unos kilos de más... Lo que ella iba a perder era mucho más que eso, lo que ella iba a perder era algo que jamás iba a conseguir recuperar. No le dio tiempo ni ha despedirse de si misma. Su intento fallido de perfección se redujo a cenizas. Nada por lo que había luchado valía la pena ahora. Lo había perdido todo, desde el momento en que no supo diferenciar entre la realidad y lo que sus ojos le hacían ver.
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