domingo, 29 de septiembre de 2013
Cuando parece que todo está perdido.
Cuando destrozan tu mundo. Cuando lo hacen pedazos. Cuando lo desprecian tanto que notas como se hace pequeñín. Cuando tu cielo se nubla y empieza a llover. Cuando notas tus piernas temblar, cuando parece que te vas a caer, cuando crees que no puedes más. Cuando te das cuenta de que sonreír las 24 horas es imposible. Cuando la gente te empieza a fallar, cuando empiezan a no estar ahí. Cuando olvidas el motivo por el que seguías luchando, el motivo de tu sonrisa o el motivo que todavía te mantenía en pie. Te caes. Te caes y te golpeas de frente contra el suelo. Una nube de polvo gris te envuelve impidiéndote ver por donde seguir. Tus recuerdos nublan tu mente. Sus palabras hacen que tu corazón se encoja, hacen que tus ojos lloren, que tu sonrisa se borre. Ese es el momento en el que pierdes todo lo que creías tener. Ese es el momento en el que te das cuenta de que no puedes confiar en nadie. Es el momento en el que te das cuenta de que todo es efímero, de que nada es para siempre. Todo va, todo viene. Todo lo que está se va, y pocas veces vuelve. Estás oculta tras una burbuja de mierda que te impide ver por donde seguir. Nadie puede oírte gritar, nadie pude verte llorar, nadie puede entenderte. Y entonces, cuando por fin te has dado por vencida, cuando por fin vas a cerrar los ojos, aparece esa mano, aparece esa mano que tira de ti con fuerza. Esa mano que te saca de ahí, que te hace recordar lo que es vivir y lo bonito que es sonreír a la vida.
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