Pierdo la esperanza buscando la paciencia perdida entre los versos de este poema. Mantengo la mirada alta como si fuera a olvidar todo lo que me condena. Nada de lo diga podrá curar lo que no dije, lo que me grité en silencio o lo que me callé gritando. Doy tumbos por un camino que no es ni de rosas ni de espinas, nazco de las cenizas de mi misma después de prenderme fuego para soldar las heridas. Daría lo que fuera por olvidar, por recuperar la paciencia que tuve y transformarla en soluciones a los errores que cometí creyendo no cometerlos. Lo cierto es que aprendo de cada fallo, pero yo ya no siento ni me callo nada. Damos más de lo que esperamos recibir pero siempre seguimos esperando, andando por el mismo camino una y otra vez, tropezando con las mismas piedras como si la memoria de pez nos impidiese recordar que eso ya lo hemos vivido antes. Tengo tanto miedo como asombro al encontrarme sola si ningún hombro en el que poderme apoyar. Pero ya me da igual, prefiero la soledad a las mentiras o a la falsa compañía, al frío de esperar abrazos de personas que saludan con dos besos o que solo dan la mano. No necesito nada, aunque mi alma lo necesite todo. Donde un día llovió a mares podrá salir el sol, pero a donde un día prefería estar en tus ojos en vez de en la vida, jamás podré volver sin rencor. Corrían recuerdos por mis venas que me impedían ser yo, llovía cuando los sustituí por valor y volví a ser lo que hoy soy.
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