sábado, 26 de septiembre de 2015
Esperando Una Ola.
Siempre he creído que la clave está en esperar, que la paciencia es una virtud y no una condena. Pero cuando el tiempo te apresa en el mismo segundo, que se repite día a día, no sirve de nada ser paciente. Tenía esperanza en que la calma me arrastrase a alguna orilla mejor, como las olas con las botellas que esconden declaraciones de soledad. Tenía fe en mi capacidad de aguante ante el constante romper del mar contra mi corazón, como si este fuese una roca más contra la que chocar. Nunca perdí la razón ni el por qué de mi constante lucha contra la sombra que me perseguía, y hasta que no acabe con ella no me di cuenta de que era la mía. Perseguí fantasmas que no existían, encontré problemas donde no los había. Veía grises donde todo era blanco o negro y todo porque esperaba que llegase algún momento bueno, pero sin hacer nada por conseguirlo, como si el mismísimo océano fuese a traérmelo a la playa en la que tomaba el sol bajo una sombrilla. Pero ya no hay olas, ni náufragos que escriban mensajes en botellas. Ya no hay tiempo suficiente para esperar, el tiempo se nos agota con tan solo respirar. No puedo sentarme a ver como todo acaba, esperando a que ocurra algo o a que alguien aparezca de la nada. Necesito vivir y la mejor forma de hacerlo es levantarme de esta orilla de angustias y nadar hasta otra en la que me hagan reír.
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